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Mostrando entradas de abril, 2020

Tu partida

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Tu partida se parece un poco a la muerte. Déjame llo rar por ella déjame volver cada día a este lugar imaginando que voy a encontrarte, aunque no sea cierto ni real. Eso me va a ayudar con el silencio que llevo dentro y con cada pregunta que estalla en el alma cada vez que te recuerdo. Para qué sirven las ausencias sino para perderse un rato en aquel que se marchó e intentar descubrir en uno  mismo lo que enseña esa pérdida. Afuera el sol  calcina al mundo como si no hubiera  otro día por delante, pero en mi pecho arde la noche azabache, noche plena noche sin estrellas negra como un pozo porque grito y ya no vienes porque busco y no te encuentro porque hablo y ya nadie repite mi palabra porque salgo a caminar y sólo mi sombra va conmigo. Dios está frente a mí me hace señas como un loco y me pide que me aleje del abismo Él sabe… Él entiende… pero nadie sabe nadie entiende cómo es vivir sin que estés aquí. El adiós lo pronuncié con mis lab

Lucho con tu tristeza

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Lucho con tu tristeza mis armas blancas son  mi gesto y mis palabras, intento convencerte de que es cierto: todo está en el sueño. Vuelvo sobre mi círculo y entiendo que nada es real. Son irreales el cuarto,  la silla  y tu cama. No puede ser  que alguien muera de tristeza. No puede ser que alguien tan hermoso tenga solo silencio en las venas. No puede ser, pero así es. Te miro con angustia,  desde mi casa de escaleras muy lejos de tu sed,  de tu aire   y tu mirada… muy lejos del nombre que me salva.

Lastimo lo que amo

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Lastimo lo que amo, como ese gato que me encontré en el parqueadero ¿recuerdas?, y yo estaba ahí de pie junto a él escuchando al idiota que llamaba por tercera vez buscando a alguien desconocido para mí, y explicándole con cansancio que esa persona que necesitaba no era yo y que mucho menos sabía yo quién era o dónde podía encontrarla, cuando miré al piso y vi a la gata blanca que me miraba, se me fue acercando y de pronto trepó a mi pierna izquierda. Me pareció tiernísima y empecé a acariciarla luego de colgar la llamada. Ella se pegó con sus cuatro patas, completamente a mi pierna y creo que debió pensar que yo era un gato grande y que podría aparearse conmigo, porque me miraba con sus ojos enormes y muy azules, y escalaba por mi pierna cada vez más arriba. En ese momento me entró el miedo y sacudí fuerte la pierna para que se despegara y ella lo hizo, pero antes se aferró fuerte y me aruñó duro. Me quedé allí en medio del parqueadero, me levanté el blue jean y vi las trazas

Las cosas que amamos y no pudimos retener

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Las cosas que amamos y no pudimos retener van dejando huecos en el alma, huecos parecidos a la muerte. Algo se arrastra fuera de mí y se aleja, consumiéndome. Un fantasma se despierta en la noche y al abrir los ojos en medio de la oscuridad entiendo que ha salido de mí: de mi quebranto de mi sollozo, y es cuando dudo en correr o quedarme. Por lo general me quedo y hablamos… hablamos hasta que las palabras me ahogan me queman me sumergen me taladran me cortan me hacen heridas profundas en la piel y entonces callo. Soy una marioneta. Caigo en el silencio mientras el fantasma sigue de pie infinito, e indefensa, muda espesa mi alma en la substancia de la noche diluida en la pesadilla, me inclino en la boca del espanto sin saber a dónde más ir. Él se ríe me devora hace un manjar de mis penas de mi agobio, danza con morboso júbilo, y sólo puedo suplicar, desesperada, a mis entrañas su desaparición. Pero ellas son reales hechas de materia de sangr

Herir lo que se ama

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Herir lo que se ama es un deporte habitual entre quienes se adoran. Tal vez porque el “si te quiero te aporreo” les caló tan hondo en el alma que se lo creyeron sin dudar, y ahora van por la vida pensando que amar es arañar o golpear o maltratar de algún modo. Y es que el amor es un combate. Sí. Uno fuerte y furioso. Sí. El amor es un golpe tan bajo que hace saltar de ti lo mejor y también lo peor. Y todo se hace arma en manos de los amantes: el puño y la palabra, el silencio y la distancia. El amor es una abeja venenosa que te pica y se te hincha y te duele, pero te gusta… y sonríes al fin porque eres como el leopardo: sigiloso con su presa … amándola… y de un solo zarpazo, consumiéndola.

Es una poesía el viento

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 Es una poesía el viento  entrando por tu ventana salpicando las porcelanas en el buró, rasgando de a poco las cortinas que compraste en aquel almacén. El viento irrumpe sin pedir permiso sin vergüenza alguna sin disculparse  por el desorden que deja: los papeles vuelan, los cuadros colgados se inclinan un poco, el vaso de plástico se cae, y el vestido  puesto en el clavo de la pared se eleva hasta el techo por la ráfaga de aire.

Una pregunta te consumió

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Una pregunta te consumió y yo te vi arder con ella. Luces rojas se desprendieron desde el cielo atardecido y en tus ojos vi naufragar la última esperanza. Intenté decirte que el amor existe… que Dios es misericordioso… pero tu gesto adusto incendió mi sonrisa y mi argumento. Entendí -No sin dolor- que se puede volar hacia la nada y que está bien hacerlo porque la libertad es nuestro merecimiento más profundo, único, y sagrado: de ella nacemos y hacia ella vamos.

Me hice puente

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Me hice puente. Sola allí  frente al viento y el viento pasó libre por mis piernas. Adentro,  me hinchó el corazón pero de a poco  me hundí en la cordillera, mi espalda arqueada no lograba sostener el peso y fui mirando tus ojos cada vez  más tristes y lejanos, y esperaba en mi orilla pronunciar tu nombre. Yo era puente, tú caminante, la arena al fin me cubrió los muslos... y después de un tiempo fui solo un estallido  de cabello oscuro enredado en medio del desierto.

Me hice luna por tí

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Me hice luna por ti. También fuego y silencio. Corté mi larga cabellera de nácar para agradarte. Escalé la altísima montaña del dolor para unirme a ti. Prediqué la sumisión y la dulzura ante tus lejanos labios. Yo partí mi rostro de alabastro con las espadas que arrojaste en mi jardín, y entre mis manos cayeron los trozos sangrientos. De mí, quedó sólo la vacilación, los ojos abiertos en la noche, el temblor entre mis propios brazos. De la felicidad supe después.

Pasaba por la iglesia

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P asaba por la iglesia esta tarde, y al mirar vi el gentío y los letreros. se repite otra vez la misma escena bajo el fuerte sol de noviembre, pensé agobiada, y desvié la mirada al cielo. un gato pasó volando por encima de la cúpula y tiñó de negro a su paso, una nube solitaria. fruncí el ceño. qué raro ver volar gatos por el cielo en ésta época del año… me dijo una voz en mi cabeza. sonreí. volví a mirar a quienes guardaban luto y rezaban. me asaltó como de costumbre la misma pregunta: ¿quién murió? y de allí la seguidilla de interrogantes: ¿hombre o mujer?... ¿joven o viejo? ¿madre, tía, hermana, esposa?... ¿bajo qué circunstancias? y mientras caminaba hacia el parque, desenvolví la maraña de mis pensamientos, adentro y sin hacer ruido. los autos seguían sin notar la cinta negra que revoloteaba al viento, atada al vidrio trasero del largo vehículo estacionado junto a la acera, pero yo sí. no solo la notaba sino que la miraba largamente. era como si su leve sombra, dibujada desor

Infancia

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quería correr rápido, riéndome a carcajadas como estaba, pero el estómago me ardía de tanta felicidad, y en ese gesto tan mío, bajo el alto sol que nos quemaba, incliné la cabeza hacia atrás, cerrando fuerte los ojos: los cachetes rojos, y las gotitas de sudor cayéndome por el cuello. me llevé la mano al hombro, sujetando una puntita del vestido blanco lleno de flores de colores... y el calado de mis calzoncitos de boleros quedó al descubierto. no me dio pena. no había nada que esconder. yo seguía riéndome. el aire trajo, como de costumbre, a esa hora cada día, el olor de las galletas dulces de la fábrica. vivíamos al lado de noel, separados sólo por una avenida amplia: guayabal. yo respiré profundo el aroma conocido y al abrir los ojos, la calle era una sola flor encendida muy parecida al cielo. seguí caminando y llegué hasta la puerta. me estiré lo más que pude, tratando de alcanzar el timbre, pero el esfuerzo fue infructuoso. con un puñito cerrado preferí después tocar y gritar:

Sonreí

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Sonreí ante aquellas, que eran sin duda, las últimas palabras que habría querido escuchar, pero entre permanecer ausente y astillarme, preferí un gesto amable. Me volqué en su sombra con la ilusión de salir ilesa del mundo, pero en vano lo hice, y solía cantar el amor en esa canción, pero en vano lo hice. Alguien alzó de pronto la copa para brindar en nombre de lo que se espera, y vi girar el destello de luz entre los ojos brillantes de los presentes. Quise huir, pero la ceremonia era idéntica fuese a donde fuese.

Pasa Para Algo La Vida

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Pasa para algo la vida y tanto amor no era para mí, me dije sentada allí, cansada, escuchando el gorgoteo del agua. Tanto amor, como tanta vida, o tanta dicha... desgarré tu carne cuando intentabas quitarme el miedo, y entre mis manos rojas se orearon tus órganos marchitos. No es mi culpa dañar lo que más amo.

Si Fuera Ala

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Si fuera ala podría volar. Del cuerpo sólo me queda el dolor agudo de tanto andar, con la tierra ardiéndome adentro y otros pies que me recorren. Si el fuerte viento de marzo pudiera borrarme: no más nombre no más sed no más el vientre ansioso. Un cuerpo por un ala...así podría volar.

Entonces El Mundo Se Cerró

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Entonces el mundo se cerró tras tu sonrisa y supe lo que implica una pérdida. Me acusé de pronto allí, sentada, en medio de la oscuridad, de no haber aprovechado lo suficientemente bien el tiempo vivido. Me acusé por todas las horas en soledad. Me acusé por seguir guardando la tristeza del desamor de mi padre. He otorgado demasiadas concesiones a esa tristeza gris, que me ha roto por dentro  y que ha tiznado de dolor hasta mi sombra. Me acusé, en fin, de la amargura por no tenerte. Quizás, imaginé, en algún universo paralelo yo estaba siendo otra, feliz, en una circunstancia menos adversa y penosa. Cerré los ojos y vi sonreír a esa otra, llena de una dicha ventricular, que para mí, en ese instante cerrado, era desconocida e imposible.

A Mi Pedacito En Esta Hora Oscura

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Como un pedacito de luna que gira desgajado desde las manos de Dios, y cayendo va a dar a mi corazón envuelto en llamas... algo así eres tú en medio de la penumbra de esta habitación, en la que al menos una vez fui enteramente feliz, sin disculpas ni reclamos... cuando bajo el umbral aparezco vestida de negro y sin rostro... afuera abandoné a mis pájaros con alas de luz, amaestré la desesperanza para que no me devorara con su canto, y al mirarme al espejo vi el número intacto de la muerte en mi ojo derecho... entro como quien a tientas aborda una ola mayúscula y frenética... una lágrima me agrieta el último gesto, y entonces recuerdo lo que siempre me enseñaste y al final aprendí: que debemos entrar siempre en la oscuridad con una sonrisa.

Cerremos La Jaula

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Cerremos la jaula y dejemos ardiendo al mundo. Lo que crece hacia adentro de nuestras pupilas encendidas es ilegible para los felices .

Pensé De Pronto En Todas Las Cosas

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Pensé de pronto en todas las cosas que tuvieron que suceder para que pudiéramos conocernos y en cómo, se me hizo tan fácil desperdiciarlas. La puerta entreabierta dando al ancho pasillo. La mano de tu madre deslizándose en lo oscuro. Citas, prontuarios y linajes. Tardes infinitas en guerra o paz, desembocando al otro lado del océano. El salvaje movimiento del tiempo hizo que se encontraran nuestros ojos, y he llorado empecinadamente por aquél, tu amor perdido, detrás de tanto miedo mío y silencio y ardor en las venas (siempre hacia adentro), porque lo ajeno daña, muerde, rompe. Como no saber si sentada o de pie, como con una larga duda punzante: eso ha sido el amor para mí, y sólo miro al Designio por hacerme ser éste vaso del que nadie nunca bebe.

¡Tanto Peso!

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¡Tanto peso! ¿Qué haré con tanto peso?, me pregunté al cerrar la puerta (como Alejandra con su miedo). De pronto recordé ese último abrazo con mi padre. -¡Estábamos aquí mismo!-, me dijo el corazón saltando: -¿lo recuerdas?-. Y como si el tiempo jamás hubiese llovido sobre nuestras cabezas, yo cerré los ojos y nos vi. ¡Qué calidez el encuentro y la respiración!, no como un final sino como un comienzo. Éramos un jardín él y yo y un día el jardín cayó y se hizo la negrura. ¿Cómo arrancar un sentimiento? ¿Cómo impedir una lágrima? Detrás del reloj la estantería se pulveriza y la escucho. Luego, abro los ojos en medio del estacionamiento y vuelvo sobre la misma pregunta. Ya no sé qué ave oscura vuela maldita, detrás de los rostros congelados en la memoria, de aquellos que tanto amamos y nos decepcionaron. Sonrío. Alguien me hace señas desde la calle, pero yo pienso que es sólo el viento.

Apenas Un Síntoma Ésta Palabra

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Apenas un síntoma esta palabra. Algo más denso se gesta en mi silencio. Si acaso un leve ademán ésta letra, éste vaciarme en la insuficiencia de un alfabeto esquivo, hecho de ciegos signos impuros que sabe sólo desfigurarme. Mero síntoma éste parloteo: la enfermedad va por dentro. Por dentro maúlla, vocifera, escarba, rompe sus fauces violentas contra mi anochecida garganta, me incendia el paladar, y me abandona en mi gélido pavor de autómata, sin argumentos para validar ésta insensatez que es mi voz. 

Era Yo Aquel Día

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Era yo aquel día de pie junto a las escaleras. El duro viento de marzo me desfiguraba el pelo,  y al azar la brisa me devolvía el aliento. Tras de ti el aguacer o. Habían mediado ya las palabras cuando el silencio colmó nuestros gestos. Por un mero reflejo desvié la mirada hacia el niño de rojo: jugaba a dejarse mojar, y su sonrisa brillaba mientras bailaba en sus pequeños pies. Volví a tu rostro pero era sólo el mundo que seguía dando vueltas en torno de tu ausencia. Como dormidos los transeúntes pasaban. El tiempo  reverberó en mis ojos. Y entonces ya lejos, irrevocable, devorado por el aguacero, sigues girando allá afuera sobre éste mundo de adioses.

Esperaba Un Lugar Apacible

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Esperaba un lugar apacible  pero me fue dada la memoria.  Ahora domestico la nostalgia  cuarteándome los ojos.

La Casa Se Encendía En El Verano

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La casa se encendía en el verano cuando rebaños de luz la inundaban, y en invierno era miel el agua que caía sobre el techo. Los extraños, el miedo,  todo lo ajeno, la muerte, lo incomprensible, respiraba bajo la línea fuera de la ventana. Pero las puertas no protegen de las calamidades, y hoy me inclino, apagada, ante la abundancia de amor, besos y pan, que nació en ésta mesa, y colmó de dicha nuestras vidas.

Me Cercan Ejércitos De Silencio

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Me cercan ejércitos de silencio.  Intento escapar en ésta palabra:  sólo encuentro escasez.  La horda emerge tras de mí,  crece incesante desde mi espalda,  me envuelve como costra  y me duerme en su vientre,                        cálido vientre amargo.  La batalla es tranquila.  Combatir es morir.  Me dejo caer  me dejo arrastrar:  que venza el silencio.  Si la palabra precisa no llega,  si todo lo pierdo en el mero intento,  si no soy la que arde en el verso,  que toda mi vida se justifique  en éste no decir....

Me Has Dejado Hablando Sola

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Me has dejado hablando sola.  Mientras miraba en esa dirección,  buscándote,  resultó que ya no estabas.  Me queda la sonrisa  y ésta voz nerviosa, inconveniente.  Me queda la manía de tenerte  y no saber amarte.  Es que he estado tanto tiempo  a solas con mi sombra,  que ya no sé estar junto a nadie.

Para No Leer

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substancia amarilla desciende desde el pináculo. Hay vórtices oscuros por donde se fuga el horizonte. estancado está tu pelo turbio frente a una fuente cerrada. moho. dulzor inconveniente que altera la terraza. y éste decir, éste querer, éste huir hacia adentro, éste correr andando. todo lo fuerte, lo intenso, todo lo nimio, lo exangüe, todo me es al dolor como la moneda lanzada al azar en busca de otra cara. mierda. melosa. palabras. perras. malditas. sucias. mirada ronca. no me llenan. no me dan. necesito más que sus sonidos. necesito bestias, tubérculos y entuertos, a ver si así la vida me es dada de otro modo. ésta hartura, éste horror, ésta náusea artera, éste despilfarro de huesos y de piel, de uñas, éste amasijo de hiel me atañe desde la hora de mi nacimiento y entonces me vuelvo grito y jalón, pero no basta, y hay sólo un silencio terco que insiste detrás del muro. el silencio que me borra la boca y me chupa los ojos y me azula el pecho. silencio de mi entraña, de lo no nac

Hoy La Casa

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Hoy la casa es nido amor y luz, es tibieza cada mañana y música que entra por el balcón. Cuando el mundo se hace virus y es tiniebla y es dolor que tritura las entrañas, la casa es una concha que guarda la vida, aquella joya cálida que en la guerra ha sido perseguida, ha sido exterminada, pero que hoy frágil y dulce de ojos abiertos, se esconde para sobrevivir. Si la calle se ha hecho muerte si los grandes almacenes han cerrado si detrás de cada reloj se derraman tus recuerdos más amados, no olvides: casa es hogar casa es café caliente casa es familia casa es oración casa es encuentro.

Pájaros Nocturnos

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Pájaros nocturnos vuelan sobre la casa cerrada y su canto trae noticias. La noticia es que afuera el mundo ha paralizado su reloj infinito mientras los árboles siguen bailando con el viento y las ardillas corren por su fruto. La noche teje en su taller de estrellas cada día siguiente, y así siempre será. Son innecesarios los transeúntes y las guerras pues éste vasto mundo gira igual con casas cerradas y avenidas vacías... con encuentros amorosos y feroces soledades...

La Cruz

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La cruz sobre la frente y el pecho que he trazado con mi mano derecha no me protege de la enfermedad  ni de la muerte. Esa cruz que me hago  cada mañana al despertar me preserva de la locura de la impaciencia y del desastre. Cuando cae toda certeza cuando sobran las costumbres cuando el movimiento se torna en quietud, una oración y una cruz devuelven vida.

Lucía Estudiante

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Lucia Estudiante pasaba las horas del día sentada en la mesita del balcón de su casa, mirando las nubes blancas en medio del amplio cielo azul. Tomaba su desayuno de rosquillas y café negro, mientras cantaba a veces alguna canción de amor, y recibía la visita de las tórtolas y palomas que, en medio de su viaje, hacían alguna parada sobre el alféizar. Por supuesto a su lado, comiendo sus deliciosas croquetas de alimento concentrado con sabor a carne, en la bandejita verde que llevaba su nombre, siempre la acompañaba su mascota Tín, un pug consentido y adorable, negro como la noche, de ojos grandes y profundos que siempre la miraban llenos de ternura. En uno de tantos días, que al principio no pareció diferente, ocurrió algo inesperado. Luego de la caminata diaria por el parque donde Lucía llevaba siempre a pasear a Tín, estando ya cerca de la casa al intentar cruzar una calle, ella soltó el collar del perro sin darse cuenta, asustada por el ruido de una moto al pasar. Entonce