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Mostrando entradas de julio, 2020

La casa es morada del silencio

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La casa es morada del silencio del tiempo y del olvido. Cosas simples, mágicas presencias se rompen de pronto con la voz de quien recuerda, con la mano que enciende una luz, con el gesto inmortal de los que habitan juntos el mundo, la vida. Casa concha y cruces de lo que ha sido. Habitantes soñadores que hacen despertar cada lugar  cada rincón, un laberinto  de constantes nacimientos  y muertes. La casa se hace casa: alguien gira el picaporte, el baño espera siempre un cuerpo, un menester, la visita se entretiene en la sala, el corredor anima la conversación de la tarde, un dulce olor se cuece en la cocina. La casa se hace casa: se enciende entre ella y la naturaleza,  un lenguaje rítmico. La puerta está entreabierta el mediodía se derrama lento luminoso cálido a través de ella como pidiendo permiso como queriendo colarse de un modo amigo de un modo familiar, el reloj se disuelve sobre el rígido armario: hay horas largas hechas años y segun

La tarde era un poema abierto

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La tarde era un poema abierto.  Un sol descolgado en el ardor del verano  nos confabuló con su brillo de fraternidad,  y era la gente que pasaba: los desprevenidos  los anhelantes  los ociosos  los curiosos  los buscadores  los tristes  los cansados...  gente  era sólo gente que pasaba.  El poema se hizo voz,  y al abrir los ojos  el mundo era esa imagen  cercana y posible.  La vida se dibujaba a sí misma  con su pincel hecho de tiempo:  hacia una esquina  derretidos por el calor, se entregaban en un beso los novios.  Estaban también los otros: los solitarios  sentados o de pie  acomodados de cualquier forma.  Era sólo estar allí  escuchando la sangre hecha palabra.  Después de leer ese poema  donde un guayacán es una fiesta,  después de leerlo con la voz quebrada  que me heredan siempre los nervios, por enfrentar a desconocidos  en mi desnudez de aspirante a poetisa, me fui a repartir las viandas de aquel día  con caramelos, letras y flores, esta

La música ha cesado

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La música ha cesado.  Sobre los labios sometidos  se derraman en silencio  cuatro versos negros:  de muy lejos han llegado  sin saber a dónde van.  Olvidada la ilusión del tiempo.  Detenidos  en la eterna brevedad de un abrazo. Es posible...  sin saberlo... que para siempre  hayan dicho adiós  tu soledad y la mía.

Siempre vacilo

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Siempre vacilo   un poco más de la cuenta   estando de pie frente al teléfono  y no sé porqué.  No sé qué fantasma oscuro  se me cruza de repente  entre el pensamiento y la palabra,  no sé que eco perdido me busca  cuando me siento a observar largamente  el lánguido teléfono marchito  que sabe sólo chillar fuerte  y repetir en altavoz  las voces de tantos que no encuentro aquí  sino siempre allí...  en la distancia del alambre  que se traga la pared  en la distancia de los que siempre llaman  para decirme que la vida es posible   que me quieren  que ya no me quieren  que van a venir o me esperan,  tantas cosas...  palabras, silencios.  No voy a enloquecerme.  U n día de estos voy a enlucidarme, cuando responda al teléfono  y grite  en la bocina  que no me gusta hablar por teléfono  que me pongo nerviosa  que la voz es siempre traicionera  que nada supera el espanto  de un teléfono que suena a la una de la madrugada  y que yo prefiero las charlas a la antig

Desnuda

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Desnuda  de toda moral de todo prejuicio de toda costumbre de cualquier objeción de todo reparo. Libre  de lo que dijeron los amigos la familia de lo que calló mamá, de mi propio juicio. Desprendida  de expectativas de luchas del Cristo en el muro. Así tomo el camino  que me legaste al partir y me conmueve la belleza de aquello que un día vimos  a través del juicio. Hoy lo observo  con delicia con júbilo sin arrepentimiento con ganas de más con la carcajada  que sólo se desata en la confianza. Así  mueren mis ojos viejos y nace mi libertad.

Es una poesía la bolsa

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Es una poesía la bolsa  que se mece  al viento en la calle. Siendo casi las seis de la tarde cuando la gente pasa saliendo de trabajar. Todos van apurados, todos tienen una cita, un lugar una persona a la cual ver un momento una historia, aire que tejer, agua que se escurre entre los dedos. Todos van presurosos. La bolsa blanca de plástico sigue allí dando vueltas sobre sí misma dando vueltas  al compás del viento. Cruza entre las piernas de la gente que pasa camina y no la ve. Nadie ve la bolsa. Ella sube, baja, va un poco a la izquierda luego a la derecha se queda quieta hasta que emerge un nuevo aire y ella se levanta. De pronto toca el pecho de alguien que pasa y este, desprevenido, de un manotazo la aleja. La bolsa es un poema que nadie ve: todos miran a otro lado ella es invisible, todos están ocupados pensando en sus vidas. Ella es invisible, es una simple bolsa, con fecha de nacimiento sin fecha de muerte, aunque un día se vencerá

Se sueltan las manos los amantes

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Se sueltan las manos los amantes al dejar la noche que pasaron juntos. Se desprenden del beso                           del beso nocturno, para seguir más tarde sus vidas  cada uno separado del otro, envueltos en los quehaceres del tiempo de la palabra del movimiento de cada día. Los amantes se sueltan de la mano, deshacen el abrazo, y salen al mundo a vivir cada uno su vida. Son como los pies: toda una vida juntos compartiendo  desnudos sólo las noches y en el día siempre los cubre el zapato… A los amantes en el día los cubre la vida: el afán, el tiempo, el reloj, las prioridades... y así van los amantes por la vida juntos pero separados                     separados al fin, sólo la noche puede urdir su encuentro... la existencia es mayúscula y no tiene ocasión  para caricias para palabras dulces para miradas cómplices. Es otra cosa la vida: una separación una caída una carrera... cualquier otra cosa                                  aparta

En los lugares donde no estás

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Crece musgo negro. Las paredes son otra cosa, se parecen más a fantasmas blancos que anidan en la sombra. Del techo se derrama cansancio: verde cansancio podrido. Soles negros se aglomeran de repente entre mi piel y tu recuerdo, y entonces todo es nada y un poco menos y casi nada aún, y duele tanto, tanto. Mis ojos de búho ciego, suspendidos en el duro viento de esta noche, cuelgan al borde de la desesperación. Alguien araña la puerta, alguien corre de una habitación a otra o de súbito asciende las escaleras... un crujido de mueble viejo, un papel que vuela sin rumbo. Entonces sé que en los lugares donde no estás, mi corazón sigue sintiendo frío.

Negro

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La silla me habla, me dice cosas tristes pasadas por agua, a veces me guiña el ojo y cuando le doy la espalda se molesta: hace chillar su rueditas de goma. Quiere que la mire. Es como tú. Me cuenta, sin haberle preguntado nada, que ayer estuviste aquí, midiendo una a una las baldosas que conducen a la puerta, con tus ojos de lluvia gris, de melancolía mezclada con ansia. Es que nada puede hacerse para retener la felicidad , si la persigues se esconde en tu espalda: derramada se pudre entre tus muslos, así de fácil, sin que te des cuenta . Pero hoy en la mañana, solo queda la silla... se mueve, flirtea conmigo. Sentada del otro lado, mi piel impaciente la sigue observando. Tu silla vacía es un silencio tan grande, tan fuerte, tan violento. Me está cayendo sangre desde el corazón y me moja los zapatos.

Martes

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No puedo hablar de otra cosa sino de gruesas gotas de melancolía que caen desde el techo, en la cocina y van a dar, malditas, al frasco de miel vacío. Una pregunta sobre otra pregunta. Un recuerdo sobre otro recuerdo. El mismo cruce, las escaleras de granito, la oficina en donde todos esperan su nombre, la avenida, el aguacero cantando su música de odio. Ya son las doce. La casualidad pasó corriendo frente a la casa sin detenerse, iba vestida de rojo amor y todos la vieron, menos yo. Entonces dame una hora, dime dónde, con quién, dime si lunes o jueves o miércoles y sábado, dime. Pero no quiero oír más de martes en la tarde, viendo tus ojos que no veré más, porque mi sueño dice otra cosa y la melancolía persiste. Persiste donde no estás.

Orbicular

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Tiempo es todo lo que tengo. Hora sobre hora se acumula en la aguja del reloj la pálida mancha del tiempo. Vida circular. Vida emboscada. Abro la ventana y sólo encuentro el muro. Detrás del muro alguien llora: ningún dios escucha el llanto. De crines negras y papeles enrollados con escritura ininteligible son hechos mis días. Una oración, una canción, cierto sonido entonces... y el disparo del amanecer me corta la garganta, y todo vuelve a empezar, y se sé, que no hay nada más.

Siempre me quiebro por la parte más débil

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Siempre me quiebro por la parte más débil.  La frente se me dobla  y de los ojos me brotan semillas de agua.  Pero igual que me quiebro por fuera  me quiebro por dentro:  mi rostro y mi alma no son diferentes, tras ellos se abisma  la bendita unidad esta sangre. Quebrada desde las entrañas  y por todo el cuerpo  molida por tanto silencio  cerrando agujeros que nadie vio nacer...

Recuerda que voy a estar aquí

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Como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible  Julio Cortázar   Recuerda que voy a estar aquí.  Recuerda que la mano que repite el gesto del saludo         es la misma mano que rehace una señal de despedida.  Llueve.  Algo duro, denso, negro, se esconde detrás del reloj:  tiempo cruz, ráfagas de minutos ahorcados, instantes repetidos por este amarillos recuerdo que vive de rodillas frente a la puerta...  junto a mí.  Las insoportables escaleras rugen apacibles, detenidas.  Mis ojos fijos están mirándote desde el ángulo invisible  que aparta la cocina del pasillo,  te deslizas entre el aburrimiento y la ventana, tus dedos practican un movimiento de vaivén con la cortina.  Eres ya otra cosa                otra cosa. Alguien ha pasado esta mañana muy temprano frente a la casa.  Era un niño el que venía de pronto corriendo, de pie frente a la casa se ha enredado con la duda  y antes de llamar a la puerta ha vacilado largamente

Batahola

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La niña que baila  en aquella casa solitaria  sigue rasgando las paredes con sus uñas  sacando sangre negra de los baldes vacíos  midiendo una a una  las escaleras que conducen a la calle.  Con la mirada fija  perdida en el último ladrillo que cuelga del muro  ella canta una misma canción  mil veces sobre otras mil veces.  Absorta, mínima, gota,  da un paso hacia atrás  otro adelante  se balancea con gracia:  izquierda, derecha,  derecha, silencio.  De su vestido color marrón  nacen quince perlas blancas, blanquísimas.  (Mientras la música suene, podrá respirar). Se enciende la luz:  la casa no es más un puerto sin nombre.  Sucede siempre al interrumpir un sueño:  caen las estanterías  se bifurca el deseo  y alguien siempre  siempre derrama dos lágrimas.

La vida

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La vida  es un vaciarse de recuerdos hasta que la muerte  nos guarde en su memoria

Recuerdo otra cosa

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Recuerdo otra cosa:  recuerdo los paseos  y sentir que la felicidad tenía olor a salpicón lejos de nosotros la vida no existía los caminos cortos y largos  conducían siempre a casa. Recuerdo pensar que todo estaba bien  con la inocencia del que espera  y ese deseo del que apenas empieza.  Otra cosa. Algo cruzaba de repente el cielo  un avión, un ave, cualquier señal,  y era mirar hacia arriba sonriendo  con el sol fuerte dándonos en la cara.  Era eso: la vida hecha juego. No sé dónde están aquellos días.  No sé por qué rendija oculta  se fugaron todos de mis manos.  No sé dónde desembocaron  con sus horas de grandes ojos abiertos  y minuciosos gestos de amor. Ya los encontraré de nuevo  seguramente cuando no recuerde más.  Allá, en el silencio. Allá, mojada en la marea negra.  Allá, al otro lado del sueño que nunca regresa.

Oleada

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Mi boca besarte, lamerte, morderte, beberte, masticarte,  rasgarte, saborearte. Amar amor  mi boca te entrega entre diente  y diente la víscera entera de mi alma. Electrificarte, solearte,  sexuarte. Me derrumbo feroz, canina, sucia, delirante, muerta.  Vaso derramado. Mi boca dolor, sangre, golpe.  Cuando pronuncio tu nombre y sólo veo negro...

Esta mañana

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Esta mañana la ciudad se abre como un girasol. Son pétalos sus edificios. Ondeante corazón su centro ruidoso.

Contigo se fue la luna

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Contigo se fue la luna. Se fueron las salidas deliciosas donde comíamos hasta reventar y los paseos a Oriente con vallenatos y José José. Se fueron muchas noches y la esperanza de sonreír. Me quedan los sueños donde aún estás y nos encontramos y nos descubrimos y somos a veces felices sin que medie tanto dolor.

Como si hubiera adentro

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Como si hubiera adentro una contadora de recuerdos, una hacedora de manchas viejas. Yo escucho. Yo presencio.

Enciendo y apago la luz

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Enciendo y apago la luz. La ventana es un vago reflejo que serpentea la noche. Te recuerdo.

... No tengo más preguntas

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... No tengo más preguntas tampoco respuestas. He conocido la fé.

Alguien

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Con tu canasta de fresas al hombro. Imagino que los niños se burlan de tu grito de oferta. Justo bajo el lente solar, cruzas los brazos encima de la cabeza y en una maroma triangular sostienes el pesado cubo de fresas silvestres color rojo sangre. Caminas desde temprano y la calle se extiende a medida que avanza la hora. El calor que te moja la cabeza es el mismo calor que te seca la garganta, y el mundo se siente más cruel que nunca, cuando asoman desde el vacío en el estómago, las doce del día, y nadie te ha comprado nada. No llores mi buen vendedor de fresas, no te avergüences por las risas, no silencies tus gritos que anuncian la dulzura incomparable de tus frutas. Mejor saca el pañuelo del fondo del pantalón, extiéndelo, seca tu frente, sigue andando calle arriba. Ya regresa la tarde y desde lejos ves a alguien, que tal vez, tiene sed de jugo de fresa...

Cuida siempre la casa

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Cuida siempre la casa. Paso junto a él: necesito leche, pan y vino. Salgo apresurada cuando la última flecha del sol ha caído ya detrás de las montañas y el cielo se destiñe con la sangre de Dios, o a veces, bajo el duro aguacero que arruga la calle y moja los árboles. Salgo y entonces lo veo: de pie o medio acostado, tan apacible... apacible y sin embargo imponente, bien formado, grande, saludable, formidable en toda su extensión. Su mirada me dice siempre algo, no se lo que sea (pero presiento que es importante). Lo veo cada día allí, si voy o si vengo. Nadie nunca se le acerca... nadie lo acaricia... nadie lo escucha... nadie parece verlo. En esa calle olvidada su vida es una entera contemplación de otras vidas y otras muertes todas ellas frente a él. Bajo la puerta que preside con sus tantos kilos de carne y hueso, esa puerta, tras la que también se guarda la vida. Cuida siempre la casa y algo más: un algo como nube gris o mariposa blanca. En s